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La noche más larga: 20 años de lucha y memoria tras Cromañón

Una noche, una canción, una bengala. El 30 de diciembre de 2004, una noche de música y celebración se convirtió en una tragedia que marcó a una generación. A 20 años de la masacre que dejó 194 víctimas y más de 1.400 heridos, esta crónica revive los hechos, el dolor y la lucha incansable de familiares y sobrevivientes por justicia y memoria.

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Por Agustina Leguizamón y Camila Álvarez

Fue el 30 de diciembre de 2004 cuando la ciudad de Buenos Aires se sumió en un profundo y doloroso duelo. Ese día, cuando el reloj marcó las 22:50, miles de jóvenes se agolpaban a las afueras de la discoteca República Cromañón, en el barrio de Once, para vivir una noche de rock con la banda Callejeros. 

Sin saberlo, para muchos y muchas sería la última vez que sentirían la emoción de un recital, y que verían la cara de sus amigos y amigas, hermanos y hermanas, e hijos e hijas. Aquella noche quedó grabada en la historia de Argentina como un antes y un después, no solo por la masacre, sino también por la lucha incansable que surgió a partir de ella.

 

Cromañón estaba habilitado para mil personas, pero la cantidad de pibes y pibas que asistieron esa noche era casi el triple: unas 3 mil personas estaban apretujadas dentro del lugar, ansiosas por ver al grupo. A pocos días de celebrarse el año nuevo, era un momento de celebración, música y adrenalina. 

 

El empresario Omar Chaban era quien había producido el evento, una actividad a la que se dedicaba desde la década de los 80. Tampoco era la primera vez que Callejeros subía al escenario de Cromañón. Es más, ellos fueron la banda que inauguró el boliche. 

 

Cuando el grupo empezó a tocar, una persona encendió una bengala. Las investigaciones posteriores revelaron que el fuego se propagó por el techo, que estaba cubierto por una media sombra y una guata recubierta de poliuretano, dos materiales muy inflamables.

Al ver el humo y las llamas, el caos fue total. Entre la desesperación y el pánico, los jóvenes intentaron escapar del local bailable. De las seis puertas de emergencia en el lugar, todas cerradas con pasadores metálicos, sólo cuatro podían abrirse. Así, miles quedaron atrapadas en la oscuridad, mientras que otros escaparon a patadas y golpes. 

Los sobrevivientes contaron después que los minutos parecieron horas. La luz se cortó, y el humo se volvió aún más denso. Los matafuegos no funcionaban. Los gritos y las corridas se entremezclaban con la angustia.

Quienes no pudieron salir a tiempo, los que se desmayaron, los que quedaron atrapados en la multitud, ya no pudieron volver a abrazar a sus seres queridos. La masacre dejó 194 muertos y más de 1.400 heridos.

Entre las víctimas, había adolescentes y jóvenes, de familias humildes del conurbano, que veían en ese recital una oportunidad para experimentar la emoción de la música en vivo. 

En 2004, el uso de pirotecnia en los recitales de rock formaban parte del espectáculo, y el control sobre los objetos peligrosos era insuficiente. Incluso, una semana antes, el 25 de diciembre de 2024, hubo principio de incendio durante el recital de La 25 en Cromañón; mientras que en mayo de ese año también se había incendiado, sin víctimas, mientras tocaba Jóvenes Pordioseros.

Eso era así porque antes del incendio que marcó a toda una generación las normativas eran “un desastre”, una encrucijada que nadie entendía, lo único que existía era una habilitación para boliche bailable (no recitales) o café bar, explicó Soledad Martínez, quien forma parte de Abogados Culturales, a este medio. “Cromañon podía haber sucedido en cualquier lado, como un cine, porque no había una regulación clara”, y en cuanto a la evacuación aclaró que el gobierno de la Ciudad tampoco fiscalizaba los espacios. 

"Por favor, apaguemos las bengalas, no queremos que esta fiesta termine mal", había pedido Callejeros antes del show. Poco después, ocurrió la masacre.

 

20 años de lucha

Este lunes serán 20 años de lucha de las víctimas y sus familias. A lo largo de estos años, no sólo fue sobrellevar el dolor de la pérdida, sino también enfrentarse con una Justicia que avanzaba con mucha lentitud.  

La investigación estableció distintas responsabilidades, desde los dueños del boliche, los músicos de Callejeros y sus asistentes hasta funcionarios de la Ciudad de Buenos Aires. En total fueron procesadas 26 personas, y 21 de ellas recibieron una condena, pero sólo 18 pasaron por la cárcel. 

Fueron procesados Chaban; Diego Argañaraz (manager de la banda); Raul Villarreal (coordinador del boliche); Lorenzo Bussi (seguridad de lugar); todos los integrantes de la banda, miembros de la Policía Federal Argentina (PFA); y ex funcionarios del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Todos bajo distintos cargos, y algunos con embargos económicos.

 

En esta causa también fueron investigados Aníbal Ibarra, jefe de gobierno porteño durante la masacre, y Jorge Telerman, quien ocupaba el cargo de vice en esa época. Pero ambos fueron sobreseídos en el 2008 y continuaron con su vida política como si nada hubiera ocurrido. Alejandro Cano, director general de Operaciones de la Policía Federal, y Martín Galmarini, médico regulador de turno del Sistema de Atención Médica de Emergencia (SAME), continuaron imputados hasta marzo del 2009, cuando también fueron sobreseídos.

 

Por Callejeros, fueron condenados Patricio Fontanet, Eduardo Vázquez, Juan Carbone, Christian Torrejón, Maximiliano Djerfy, Elio Delgado y Daniel Cardell. El único que sigue detenido es Vazquez, pero no por Cromañón. En 2010, él cometió el femicidio de su esposa, Wanda Taddei.

Más allá de las idas y vueltas de la Justicia, las familias y sobrevivientes también enfrentaron una pelea simbólica. Para eso, crearon las “Madres de Cromañón”, una red de apoyo y visibilidad. A través de esa organización, reclaman mejores condiciones de seguridad en los lugares de entretenimiento y, por sobre todo, que la memoria de los 194 muertos nunca se apagara. 

Después de 20 años, los reclamos de los sobrevivientes y de los familiares por Justicia siguen vigentes. 

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